Economía de medios para provocar la reflexión.
Visitando la exposición de Rémy Zaugg en el Palacio de Velázquez del parque del Retiro se aprenden dos cosas: Una, que con poco se puede hacer una obra sólida si detrás hay un proceso de reflexión poderoso. La otra, que el pulso del Arte puede dominarse cuando se tiene conciencia de la obra en su conjunto y se hace solo aquello que debe hacerse.
Zaugg (Courgenay, 1943 – Basilea, 2005) utiliza una única tipografía, la Frutiger, creada por el tipógrafo del mismo nombre y además en una versión pesada y mayúsculas. Es decir, limita el acto de creación a una mirada exclusivamente textual, en la que el barroco adorno que otras fuentes de texto podrían proporcionar se ve limado hasta sus últimas consecuencias. Las operaciones textuales pasan entonces a ser de carácter puramente perceptivo, y de hecho Zaugg lleva la apuesta a límites de tensión poderosos, sobre todo cuando busca la oposición de colores para forzar una mirada del espectador un tanto incómoda, aprovechando además el material: un aluminio frío, industrial, y que permite tonos fluorescentes y violentos.
Para llegar ahí, Zaugg emprende diversas series que pueden ser observadas en la exposición, la más interesante de las cuales es Una hoja de papel (1973-1989), en la que busca un contraste mínimo mediante materiales como el papel de estraza y decisiones como la transparencia del texto o el uso del color del mencionado papel. Como resultado, la obra se hace casi fantasmagórica, y ha de buscarse el texto casi como en una investigación.
Pero Zaugg no toma estas decisiones desde un criterio estético, sino desde una preocupación intelectual sobre el hecho de mirar. No es casual que entre 1963 y 1968 dedique un exhaustivo análisis a la reproducción del cuadro de Cezanne, otro artista que se preocupa de los problemas de la percepción, La casa del Ahorcado (1872-73), mediante la serie 27 esbozos perceptivos de un cuadro. El número 23 de la serie se desgaja en otros 25: constituye un corpus de análisis casi diríamos que topográfico: por ejemplo, sitúa, escribiendo el nombre del color, dónde aparece este en el cuadro. El análisis no es por tanto pictórico sino lingüístico y perceptivo, y realmente interesante.
Lo más impactante, insistimos, es la economía de medios. Puede hacer que algunos consideren una visita rápida. Desde luego yo recomiendo una reflexión al menos ante cada serie, pues los límites perceptivos que busca Zaugg pueden encontrar reflejo en un avance del pensamiento sobre el poder de la palabra y la tipografía para evocar la imagen o el sentimiento. Por eso, la poesía visual de Zaugg, al cabo, hace de puente entre el significado y lo referido. Algo que a mí particularmente me ha interesado siempre.