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Tejer, parar, romper

 

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Urbañal 4- M. A. Serrano Oleo sobre tabla

Nos pasamos la vida anudando cosas. Los amigos, la pareja, los hijos. La carrera, la casa, la decoración, las tarjetas de crédito, el futuro, el pasado que no nos gusta, un nuevo aspecto, el verano, el tiempo ligado, el espacio que no recorreremos, la ensoñación y el ansia, el ADN, los empleos, las novelas, los personajes que se cruzan, los que cambian de historia, lo inesperado, la televisión.

Nos pasamos la vida tejiendo un manto que parece abrigarnos y de ese calor incluso en el ferragosto no nos quejamos.

Todos esos nudos se van liando inextricablemente y el manto empieza a hacerse pesado y nuestra historia es nuestra jaula y nuestro túnel el futuro: lo que deja el barrote de lo que hemos sido y la luz tenue de lo que vamos a ser.

No de lo que podríamos ser porque cargamos con la jaula, como si nos dejara fuera las piernas y nos obligara a andar por donde ya sabíamos.

Romper el nudo está al alcance de unos pocos. Dejarse la memoria unos metros más adelante. Parar la jaula. Romper el túnel.

 

La vela y de La Tour

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La Magdalena Penitente, la luz del tiempo.

 

De La Tour goza de un merecidísimo reconocimiento en Francia como uno de sus pintores esenciales. De obra escasa, su especial trato con la luz hace de él un pintor de un alcance ciertamente extraordinario.

La exposición en el Prado es excelente y reúne gran parte de sus trabajos. Como siempre, con un aparato crítico didáctico y que permite comprender la evolución del pintor. Los temas son escasos, los colores son escasos, la obra es escasa y el talento enorme.

Podríamos decir que la exposición se separa en los temas de día y los temas de noche, sin miedo a equivocarnos. Y los nocturnos son de una calidad asombrosa: superan el juego siempre atractivo del tenebrismo para constituirse en propuestas de meditación.

Se cuenta que para el rodaje de Barry Lindon, de Stanley Kubrick, hubo que inventar cámaras que pudieran filmar con luz de vela porque se buscaba dar fe de esa vida que tiembla ante el fuego mínimo del pábilo. Algo así parece sentir el visitante del Prado ante los dos cuadros de la Magdalena penitente. La extraordinaria intimidad de las escenas, casi profanadas por el pintor, impulsa casi inevitablemente al espectador a una meditación recogida para tratar de entender exactamente cuál es el sentimiento que ampara y domina a la protagonista. No es solo la exquisitez del dibujo o el acogimiento de los infinitos matices pardos de la luz de vela, ni siquiera el despojamiento de atributos de santidad, mediante esa iconografía llana: es también la historia que se agolpa tras el barniz en sus cuadros de músicos ciegos, que casi permite reconstruir la narración.

Como en los mejores libros, lo que se muestra no es lo que se cuenta. Las escenas íntimas, los retratos individuales o poco poblados de de La Tour tienen la asombrosa capacidad de evocar algo que sabemos que está pero que tenemos que reconstruir nosotros. Y como el que escribe es espectador ensoñado y curioso, me detengo ante una mosca pintada en la tela y pienso en esa capacidad técnica que muestra también el Divino Morales, pocos meses atrás en estas mismas salas del Museo del Prado. Y me pregunto si es la misma, que pervive en los siglos para recordarnos que en la mirada a lo mínimo tal vez está el secreto de estas historias que nos cuentan los más grandes pintores.

Volveré, con un matamoscas de pensamiento, a ver si me doy respuesta. Y si no lo logro, que es lo más probable, iré a pasar, otra vez, mucho tiempo contemplando los nocturnos de De la Tour. Penitente de mí mismo.

Georges de La Tour. Museo del Prado. 23 de febrero al 12 de junio

Rémy Zaugg, o la obsesión por la tipografía

Economía de medios para provocar la reflexión.

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Obra expuesta en Palacio de Velázquez por el MNCARS

Visitando la exposición de Rémy Zaugg en el Palacio de Velázquez del parque del Retiro se aprenden dos cosas: Una, que con poco se puede hacer una obra sólida si detrás hay un proceso de reflexión poderoso. La otra, que el pulso del Arte puede dominarse cuando se tiene conciencia de la obra en su conjunto y se hace solo aquello que debe hacerse.

Zaugg (Courgenay, 1943 – Basilea, 2005) utiliza una única tipografía, la Frutiger, creada por el tipógrafo del mismo nombre y además en una versión pesada y mayúsculas. Es decir, limita el acto de creación a una mirada exclusivamente textual, en la que el barroco adorno que otras fuentes de texto podrían proporcionar se ve limado hasta sus últimas consecuencias. Las operaciones textuales pasan entonces a ser de carácter puramente perceptivo, y de hecho Zaugg lleva la apuesta a límites de tensión poderosos, sobre todo cuando busca la oposición de colores para forzar una mirada del espectador un tanto incómoda, aprovechando además el material: un aluminio frío, industrial, y que permite tonos fluorescentes y violentos.

Para llegar ahí, Zaugg emprende diversas series que pueden ser observadas en la exposición, la más interesante de las cuales es Una hoja de papel (1973-1989), en la que busca un contraste mínimo mediante materiales como el papel de estraza y decisiones como la transparencia del texto o el uso del color del mencionado papel. Como resultado, la obra se hace casi fantasmagórica, y ha de buscarse el texto casi como en una investigación.

Pero Zaugg no toma estas decisiones desde un criterio estético, sino desde una preocupación intelectual sobre el hecho de mirar. No es casual que entre 1963 y 1968 dedique un exhaustivo análisis a la reproducción del cuadro de Cezanne, otro artista que se preocupa de los problemas de la percepción, La casa del Ahorcado (1872-73), mediante la serie 27 esbozos perceptivos de un cuadro. El número 23 de la serie se desgaja en otros 25: constituye un corpus de análisis casi diríamos que topográfico: por ejemplo, sitúa, escribiendo el nombre del color, dónde aparece este en el cuadro. El análisis no es por tanto pictórico sino lingüístico y perceptivo, y realmente interesante.

Lo más impactante, insistimos, es la economía de medios. Puede hacer que algunos consideren una visita rápida. Desde luego yo recomiendo una reflexión al menos ante cada serie, pues los límites perceptivos que busca Zaugg pueden encontrar reflejo en un avance del pensamiento sobre el poder de la palabra y la tipografía para evocar la imagen o el sentimiento. Por eso, la poesía visual de Zaugg, al cabo, hace de puente entre el significado y lo referido. Algo que a mí particularmente me ha interesado siempre.

Versografía: Miguel Ángel Serrano

Trabajos con la fuente Helvetica

31 de marzo de 2016 – 28 de agosto de 2016

Palacio de Velázquez. Parque del Retiro

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en coproducción con Museum für Gegenwartskunst, Siegen (Alemania)