En la costumbre, cada vez más arraigada, de mirar a lo Alto, encuentro a veces señales que es difícil no ver. Los caminos de aviones indecisos, grullas volando a ras de los cables y el temor, extrañas formas de las nubes: hongos, semblantes, declaraciones, un pensamiento.
El arma del diablo es la pluma, y perdición su curiosidad. Levanta los tejados para dejarnos expuestos o darnos la oportunidad de mostrarnos a otros. Pero la decisión la deja para nosotros. Si escribir en el agua es efímero (pero también ambicioso y atrevido), mostrar el útil en el cielo es arrogante e igualmente fugaz.
Pero la duda asalta: es herramienta del mal, de la ficción que nos aleja o tal vez el Ángel…