De este poema hice dos #versografías y ahora le toca a esta lectura. Puedes ver otra en video.
Espera siempre el alma una sucesión ordenada de los hechos que la parten y la fortalecen. Espera el verbo la procesión de las ideas silenciosas, la adoración sagrada de esa pequeña habilidad humana de nombrar las cosas sin atrapar su esencia.
El ojo aguarda la sorpresa, agazapado en su mirar lo de dentro, lo desalmado que no admite idea o verbo.
En esas cosas atrapadas, el vuelo del alma, el aliento del verbo y la negación de la mirada, se esconde porque no se vislumbra la evidencia de aquello que nunca sabremos: no hay palabra, ni voz, ni imagen, que puedan explicarlo. Mudo, envolvente y ciego.
La memoria, ay, solo es deseo. Si ese deseo se convierte en un recuerdo, entonces deja de creer el hombre: no es asunto de ancianidad, ni siquiera de impulso, sino de una plenitud inesperada, un hartazgo.
No se busca regenerar con eso la vida, ni proyectar aquello que más tarde, tal vez unos segundos, buscaremos como consuelo. No hay cura. Hay sensación y cierta desesperanza lánguida.
No se trata de vaciarse, ni de dejar de mirar: a mi alrededor, o en mi habitación de espejos, veo el ojo vacío y en determinados casos, una leve sonrisa de aceptación. La memoria, como un leviatán, gobierna férrea, y entonces es melancolía. Una acumulación, demasiado tupida, de hojas engañosamente coloreadas, cuya fragancia engaña a la vista.