Viva la reypública
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Me obligaban a oírles, inmersos en una cháchara inevitable que llenaba todo porque sus palabras eran huecas: pensaban que al gritar fabricarían viento y era solo esa atmósfera pesada y rancia de las disputas que no se ventilan.
Miento: el aire se iba hacia el interior y les aventaba, les daba un simún con el que justificar su furia y repetían el mismo discurso variando, subiendo, el tono. Tiraban cada uno de un brazo de mi tranquilidad. El trofeo parecía ser mi connivencia. Les enseñé una ventana pero miraron los postigos y volvieron a discutir sobre el color de los marcos, la calidad transparente del cristal, su suciedad.
Entonces suspiré y fabriqué mi propia brisa. Miré el paisaje desde la ventana, la abrí y me acodé en el alféizar. Dos pájaros, frente a frente, parecían hablar con su trino y señalar con el ala la pintura descascarillada de la madera. El trino se hacía graznido por momentos y se les erizaban las plumas del cuello.
Puse unas pocas migas en la habitación y los pájaros entraron. No sé por qué, el tumulto pareció aquietarse.
Uno de los peores enemigos a los que se enfrenta el novelista es la prisa. Siempre se menciona el “miedo a la página en blanco”, pero creo que hay que tener más miedo de lo escrito… Una novela solo debería ser llevada al papel cuando la mente, incluso el espíritu del escritor, están preparados para ello.
Para que eso ocurra, será necesario que se tenga una idea clara del punto de vista y el tono. Por decirlo de otro modo, un cuidadoso acercamiento a lo que queremos contar y una gran determinación para no escribir, incluso cuando parece claro que podemos empezar. La tinta puede ahogar nuestros esfuerzos rápidamente.
Hay otras cosas que se pueden hacer antes, como notas, bosquejos de cada personaje o la definición de escenarios y, más importante, el desarrollo de tiempo y tempo.
Lo confieso. No hago nada de eso. Solo pienso.
Una vez que se empieza una novela, probablemente apuntará a lugares inesperados y muy fructíferos, a veces. Los personajes pedirán más desarrollo del previsto, los escenarios se iluminarán u oscurecerán, las relaciones entre los personajes se retorcerán… como la vida.
Suelo manejar el ansia sustituyendo la palabra miedo (al papel en blanco y al escrito) por respeto. El miedo apela a respuestas emocionales, y no se vence simplemente actuando por reacción. El respeto requiere una ajustada apreciación del desafío ante nosotros. Apela a lo racional y por tanto ayuda a diseñar una estrategia. Sin eso, la desesperación acecha en cada paso de página…