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Autopsicofonías

 

Escena del beso en Piasca, Cantabria. M. A. Serrano

Escena del beso en Piasca, Cantabria. M. A. Serrano

Algunos dicen que los sonidos se propagan por el aire sin llegar a desaparecer nunca, sino simplemente perdiendo potencia. Así, las ondas sonoras podrían llegarnos después de muchos años, una vez hubieran dado la vuelta al mundo, y susurrarnos al oído algo que ya habíamos olvidado. Es una condena o una bendición: tendremos que volver a oír los gritos a los hijos o el insulto a un amigo, pero también esa frase que ella convirtió en verso al mirarte.

Si yo fuera un científico y tuviera más inteligencia, dedicaría todo mi empeño a seleccionar solo aquello que debería ser inacabable y eterno para que me llegaran, cuando ya esté al final de mis días, algunas cosas que he dicho y que no he repetido suficientemente, y descubriría así que ser locuaz es ser olvidadizo y que ser callado es desear el futuro. Por eso escribir es dejar constancia muda: porque nos da miedo nuestra propia voz ultraterrena o circunterrena, y no nos fiamos de que el veredicto final no llene nuestros oídos de aquello que dijimos para inmediatamente arrepentirnos. Que nuestras últimas palabras las susurre el joven que fuimos y que ya está muerto. Que las diga Shakespeare, que fue joven por todos:

Deja que la elocuencia de mis libros,
sin voz, transmita el habla de mi pecho
que pide amor y busca recompensa,
más que otra lengua de expresivo alcance.

Parece que al fondo siempre hay una música…

El juego serio, de Hjalmar Söderberg

Miguel Ángel Serrano. Urbañal 3

Miguel Ángel Serrano. Urbañal 3

Hjalmar Söderberg, como otros autores escandinavos, no ha tenido probablemente la difusión que se merecía fuera de su país, que le tiene por uno de sus grandes escritores. En el caso de El juego serio, nos encontramos con un drama de armazón clásico que nos transporta al mundo de la pequeña burguesía de Estocolmo. Si bien se señala como motor de la narración la imposibilidad de elegir, precisamente por las circunstancias, y se deja anotada la inevitable soledad del espíritu (como ya señaló José María Guelbenzu en su crítica en elpaís.com) la degradación de lo elevado es probablemente lo más interesante de la novela.

Söderberg buscaba que sus obras estuvieran atadas a su tiempo, y por tanto las noticias del mundo se imbrican en la trama, más porque el protagonista de la novela es periodista. En ese sentido, el fresco que dibuja de la sociedad sueca a principios del siglo pasado es un marco solo tamizado, como veladura de óleo, por las rígidas normas sociales que atan y se autoimponen los protagonistas y que vienen a establecer, en realidad, un techo para la elevación. Si bien Arvid Stjärnblom, el protagonista, trabaja como reseñista cultural y finalmente escritor, todo lo referido a las artes está mediado por su valor económico: el dinero, como en La educación sentimental de Flaubert es límite e impulso. En términos sociológicos, casi podría considerarse el campo. Eso hace que el amor se vea también como una transacción: las escenas del principio, de amoríos veraniegos y casi exentos de precio, se ven en seguida cercenadas por la busca de Arvid de su sustento y el cálculo sobre los posibles matrimonios. Al fin y al cabo, es un muchacho de posición económica endeble.

A partir de ahí, nada de lo que ofrecen las relaciones humanas puede ser considerado sacro, incluida, por supuesto, la cultura. Söderberg es un finísimo analista de los sentimientos: la degradación moral de los personajes es interior, no se muestra en sociedad, pero no hay uno (el primero de todos, Arvid) que no caiga en ella.

Y así, ese baile alrededor del destino, ese juego de consecuencias más que serias, se convierte en el escenario de la infelicidad: al fin y al cabo, todo era teatro como muy sutilmente deja ver la narración hacia el final. El telón no cae para cerrar la obra, sino para enseñar la tramoya.

En suma, un grande y una gran novela.

Hjalmar Söderberg, El juego serio. Barcelona, Ediciones Alfabia, 2013, 316 páginas.

Infinito: la historia de un momento de Gabriel Josipovici

M.A. Serrano. Búcaro.

M.A. Serrano. Búcaro infinito.

Esta novela de Gabriel Josipovici, publicada por Cómplices, es un fino e inteligente alegato sobre la vaciedad del mundo social, el arte como vampiro y también sobre la experiencia referida. La novela es el recuento de la vida de un músico italiano, Pavone, inspirado en uno real, Giacinto Scelsi. La historia de la vida en el trayecto en el que su criado Massimo (chófer en las agitadas noches en las que el compositor no puede dormir, encargado de la guardarropía, etc.), un hombre sencillo que no oculta su admiración aunque no parece tampoco verse profundamente afectado por las interminables charlas de su empleador.

La vida de Pavone es la del hombre rico pero no diletante, que se enfrenta a la música con la actitud, como él mismo señala, de un gorila: oponer la fuerza del alma a la del arte. Irritante a veces, sus peroratas, siempre con presupuestos de máximos sobre el arte y cómo nos abrasa (ese sentido de misión que apenas premia, pero cuando lo hace proporciona el mejor fuego, como señalaba también Flaubert), muestran también sus aprendizajes, renuncias y algunas conquistas.

Josipovici no justifica al músico: las declaraciones de su valet se transcriben como si fueran las palabras del artista, y de hecho esto resulta en ocasiones algo chocante, puesto que el declarante casi nunca opina por humildad, pero es capaz de transmitir pensamientos muy complejos. Pavone no habla con la prensa: el valor del recuento es precisamente mostrar la mente del desaparecido compositor, pero no parece que haya germinado en la mente del que cuenta.

Con todo, es una novela fascinante sobre la autenticidad y la pose y como ésta puede también ser asignada por otros. La seriedad del intento del artista, un algo opacada por el hombre de mundo, dueño de amistades con algunos de los intelectuales más rompedores de la segunda mitad del siglo pasado. La caza por elevación, como diría el místico, se sustancia apenas en un leve atisbo de ansiedades levemente cumplidas…

 

Gabriel Josipovici. Infinito: la historia de un momento. Editorial Cómplices, 2014.