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El domador de neones

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Velo. M. A. Serrano

En los últimos tiempos he visto cómo la vida se hacía más rugosa. Como si siempre cantara Tom Waits y nos disfrazaran el optimismo de luz colorida. Ese brillo falso del comercio que se ve comprometido cuando suena un violín. Me gustaría ser domador de neones, no caer en la trampa. O romperme la voz y el alma para ser Waits.

Cuando era más joven pensaba que se podía cepillar la piel del tiempo y hacerla más lisa. Como para patinar. Pero la ambición clava las cuchillas y finalmente descompone. Tal vez por eso los pequeños bultos parecen infranqueables.

Ahora que las ciudades tienen ojos de gato me ciega no mirar al futuro. Mi colección de relojes es tan amplia que no puedo saber la hora exacta. Eso es lo único que me conecta con los latidos: los segundos superpuestos. Y pienso, como en una batucada mínima, que cada golpe de la manecilla va erosionando la imagen fantasmal de quien nos dijimos que seríamos y que se aleja como un niño que se burla. Probablemente Tom lo diría mejor. El timbre se va ensombreciendo para todos.

Un descanso

La torre de la Iglesia de Santa María en Torremormojón (Palencia) es la más alta de la provincia

La torre de la Iglesia de Santa María del Castillo en Torremormojón (Palencia) es la más alta de la provincia

¿Dónde da descanso el labrantío inacabable de Castilla que no sea en el soto, cuando nace? ¿O en las balizas de los campanarios de los pueblos unidos por carreteras sinuosas y trigo arrogante? En medio de la tierra roturada, donde la vista quiere solo cielo, se alza la alta torre de la iglesia de Santa María en Torremormojón. Como un pararrayos del cansancio, refresca el silencio de la tarde y el paseante, atraído por la idea, el deseo, de escuchar música, se adentra en la nave de la iglesia y ésta zarpa y es mar quedo.

Un concierto de órgano y el propio órgano en reparación: es el concertista quien aporta el suyo. Y agosto quisiera otoñar en el frescor del arpegio. Suben las notas como plegarias y la piedra parece más blanda, como si se sostuviera el edificio solo porque habitantes y turistas la humanizan, de tanto en tanto.

Misericordias en la bancada: un pequeño engaño a la labor del día

Misericordias en la bancada: un pequeño engaño a la labor del día

Pienso en las misericordias de los bancos y en el agotamiento del espíritu que solo necesita ese apoyo para beber, de nuevo, lo heroico que esos pocos, como la Fundación Francis Chapelet, vierten como agua fresca sobre el cansancio del siglo.

Y respirar el recuerdo como vaho de agua helada.

Autopsicofonías

 

Escena del beso en Piasca, Cantabria. M. A. Serrano

Escena del beso en Piasca, Cantabria. M. A. Serrano

Algunos dicen que los sonidos se propagan por el aire sin llegar a desaparecer nunca, sino simplemente perdiendo potencia. Así, las ondas sonoras podrían llegarnos después de muchos años, una vez hubieran dado la vuelta al mundo, y susurrarnos al oído algo que ya habíamos olvidado. Es una condena o una bendición: tendremos que volver a oír los gritos a los hijos o el insulto a un amigo, pero también esa frase que ella convirtió en verso al mirarte.

Si yo fuera un científico y tuviera más inteligencia, dedicaría todo mi empeño a seleccionar solo aquello que debería ser inacabable y eterno para que me llegaran, cuando ya esté al final de mis días, algunas cosas que he dicho y que no he repetido suficientemente, y descubriría así que ser locuaz es ser olvidadizo y que ser callado es desear el futuro. Por eso escribir es dejar constancia muda: porque nos da miedo nuestra propia voz ultraterrena o circunterrena, y no nos fiamos de que el veredicto final no llene nuestros oídos de aquello que dijimos para inmediatamente arrepentirnos. Que nuestras últimas palabras las susurre el joven que fuimos y que ya está muerto. Que las diga Shakespeare, que fue joven por todos:

Deja que la elocuencia de mis libros,
sin voz, transmita el habla de mi pecho
que pide amor y busca recompensa,
más que otra lengua de expresivo alcance.

Parece que al fondo siempre hay una música…