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Thyssen y ¡pop!

POP al revés se lee POP

POP al revés se lee POP

Pop. Como surgido de la nada.

Museo Thyssen. Jardines prohibidos. Nada se toca aquí. Hay graderíos por si se quiere contemplar el espectáculo de los visitantes a la espera. No pises.

Pop. Cuando estás mirando un cuadro, surge una cabeza que no es la tuya.

Cuando estás mirando un cuadro, surge una cabeza que es la tuya.

Pop. Una idea. La gente parece tranquila, sonríe.

Marilyn me mira fijamente. Debe de ser aburrido convertirse en icono.

Jackie Kennedy, el propio Kennedy.

Algunos intentos previos a que los norteamericanos inicien su pop propio: ¿propiop?

Agit-Pop. Para remover conciencias, lo primero es quitar los sombreros.

No sé por qué, me acuerdo de Apollinaire y sus caligramas. La poesía llega a la pintura.

La publicidad llega a la pintura. Eso es tangible. Me hace sonreír. Tengo la sensación de que alguien con una etiquetadora de precios va a anunciar rebajas.

La libertad absoluta de Warhol y cómo su locura parece tener método.

Pop. Qué inquietante es siempre Kitaj.

¡Rauschenberg! La límpida crueldad de Arroyo.

Y ya me he ido. Me pregunto si ha traspasado mucho la superficie.

 

 

 

Lo demás es silencio

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Me obligaban a oírles, inmersos en una cháchara inevitable que llenaba todo porque sus palabras eran huecas: pensaban que al gritar fabricarían viento y era solo esa atmósfera pesada y rancia de las disputas que no se ventilan.

Miento: el aire se iba hacia el interior y les aventaba, les daba un simún con el que justificar su furia y repetían el mismo discurso variando, subiendo, el tono. Tiraban cada uno de un brazo de mi tranquilidad. El trofeo parecía ser mi connivencia. Les enseñé una ventana pero miraron los postigos y volvieron a discutir sobre el color de los marcos, la calidad transparente del cristal, su suciedad.

Entonces suspiré y fabriqué mi propia brisa. Miré el paisaje desde la ventana, la abrí y me acodé en el alféizar. Dos pájaros, frente a frente, parecían hablar con su trino y señalar con el ala la pintura descascarillada de la madera. El trino se hacía graznido por momentos y se les erizaban las plumas del cuello.

Puse unas pocas migas en la habitación y los pájaros entraron. No sé por qué, el tumulto pareció aquietarse.

El ruido y las Furias

 

Condenado al fuego eterno...

Condenado al fuego eterno… Wikimedia Commons/Museo del Prado. Ixión por José de Ribera, el Españoleto

Me abro paso por entre los lamentos que parecen salir de un cuadro de Ribera. Los condenados por los dioses nunca asumen su culpa porque la desigualdad con el adversario es demasiada y eso inclina injustamente la balanza, como hará el Diablo el día del peso de las almas.

Pienso en Tántalo, que no puede saciar su sed ni su hambre porque así es el destino, y así el infierno está en la búsqueda y quien es reo de ella apenas puede hacer sino cumplirla. Sufre tortura por querer dar a su hijo como alimento a los dioses: el sacrificio queda en su prueba y parece justo.

Pero hay desafíos que asumir, siempre, aun bajo la vigilancia de un Zeus colérico o al encuentro de la compasión de quien los mira. Contemplar el sufrimiento incluso de quienes fueron injustos supone hacerlo propio y así, no solo ahuyentar el ansia o la curiosidad, sino también la insatisfacción por nuestra pequeñez.

E imagino al exigente Rulfo, a Bacon ordenando el mundo, el pecado del fracaso, que es tan nuevo, el nombre escrito en el agua.

Con tanto ruido, es difícil entender el anuncio. Y no basta la terribilitá de la representación, el grito incombustible de quien, como Ixión, arde eternamente; ni siquiera cumplen el presentimiento o el temor. No creo que sea por no escuchar a los dioses, sino por no escucharnos a nosotros mismos.

 Y en El Prado, entre los lienzos, me dedico a contar perplejos…