Cuando el frío agota la espera, envuelta el alma en un nido helado y mirar se convierte en un hilo entre lo que deseas y el parco pago de la vida, cuando el azul enseñorea y niega el alba, en ese paso boreal, en esa trama, surge el hombre agazapado en tu ingenio cómodo, en la ironía y el hablar profundo, y traza como bala las mil líneas del futuro que se viene o no: habrás de saber entonces, como esfinge, si el resonar en la plaza es el de los caminos que no has emprendido o el de los que esperan un impulso, elegir será un pestañeo y se habrá ido. Pero no el frío.
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No es país para indecisos
No podemos dejar de buscar lo infinito. Es la manera de evitar que lo limitado nos ahogue. El artista, en su ansia de llenarse, nunca puede quedar satisfecho. El pintor buscará la obra total, como el poeta. El consuelo terreno, pago de humo, es la comparación. Pero la crítica es tan solo eso: una puesta en relación para asignar mérito. El Parnaso es una urbanización a las afueras.
Querer ser dios es negarse el hecho de que el secreto no nos será revelado. Tal vez porque no existe, tal vez porque en el fondo no queremos saberlo. La caza es un bello fracaso: persiguiendo el arte se consumen los artistas. Como Ahab, descubren lo perfecto de la inmolación. Cezanne entrevé la sombra accidental, el plano de la umbría. Rilke se convierte en ángel, pero la mayoría caen, caemos, desplumados.El artista muere esparciendo la derrota. Una espora de la desesperación, una marta feroz en el pincel. El Arte no es país para indecisos.
La pluma, la punta, el cincel o el pentagrama. Si hay una música de las esferas tiene que existir también un color, un poema o una ecuación. Y si un día llegamos a atraparlas, habremos cumplido nuestro destino y estaremos satisfechos ante la derrota definitiva, pues ya no habrá nada más que buscar.